LIBRETO
Libreto únicamente en italiano, AQUÍ
SINOPSIS
La acción tiene lugar en Alemania, a principios del siglo XVIII.
Parte I: Carlo, hijo mayor de Massimiliano de Moor, se ha revelado en contra de una sociedad que él cree hipócrita y tras una vida disipada durante su época de estudios, se ha hecho bandido. Desearía, no obstante, volver a casa, abrazar a su padre y encontrarse con su amada Amalia. Pero su hermano menor Francesco, le envía una carta falsificada donde Carlo puede leer que su padre reniega de él y le niega para siempre su perdón. Desesperado, Carlo se entrega con más ahínco aún a su vida al margen de la ley.
Francesco, en complicidad con Arminio, va a hacer saber a Massimiliano que Carlo ha muerto, con la pérfida esperanza de que esta fatal noticia haga morir al viejo, dejándole así como único heredero.
En el tercer cuadro, Amelia observa el agitado sueño de Massimiliano y piensa en Carlo de quién continúa enamorada. Aparece Francesco en compañía de un hombre desconocido (es Arminio disfrazado) y este hombre les da la noticia funesta de que Carlo ha muerto combatiendo en Praga y, antes de morir, le ha entregado su espada para que se la haga llegar al padre: sobre el acero está escrita con sangre la última voluntad del fallecido que no es otra que “Amalia habrá de casarse con Francesco”. Ante esto, Amalia se desespera y Massimiliano se derrumba.
Parte II: Como nuevo dueño, Francesco celebra una ruidosa fiesta mientras Amalia se dirige al cementerio donde está enterrado Massimiliano. Aquí se la encuentra Arminio que, en sus remordimientos, la informa de que Carlo vive y Massimiliano tampoco está muerto, como todos creen. Amelia se siente inmensamente feliz pero esta dicha dura poco pues Francesco aparece, decidido a casarse con la joven, aunque sea en contra de su voluntad. Amalia se defiende llegando a quitarle la espada y amenazarlo con ella.
En un bosque cercano a Praga, en el campamento de los bandidos, aparece Carlo que ha liberado a uno de los suyos que estaba a punto de morir en la horca. Los bandidos celebran la heroicidad de su jefe pero este se muestra cansado de su vida delictiva. Unos compañeros anuncian que el campamento se halla completamente rodeado de soldados. Esto reanima a Carlo que parte rápido a combatir a la cabeza de sus huestes.
Parte III: Amalia que se había alejado del castillo, se encuentra con Carlo. La pareja se abraza mostrando la inmensa felicidad que sienten. Enterado Carlo de las acciones de su hermano, está dispuesto a vengarse de inmediato.
Es de noche y los bandidos reposan en un paraje desierto donde se levantan las ruinas de una fortaleza. Carlo piensa en su amada y en la vida que está llevando que cada día le aleja más de ella. Quisiera morir pero ha de seguir viviendo para soportar las culpas que merecen sus fechorías.
Sigilosamente aparece Arminio con comida y bebida para Massimiliano que está oculto y encerrado en las ruinas del lugar. Al verse descubierto, Arminio huye y es el propio Carlo el que se acerca al viejo. Carlo reconoce en el viejo a su padre pero éste no reconoce a su hijo. Y así le cuenta la historia de sus desdichas: fue dado por muerto y cuando le llevaban a enterrar, se dieron cuenta de que aún estaba con vida; por eso fue recluido en esas ruinas y ha sobrevivido gracias a la ayuda de Arminio. Después de contar su historia, Massimiliano se desmaya. Carlo grita venganza, convoca a sus bandidos y les pide ayuda para hacer justicia: todos le juran fidelidad mientras se alejan en tumulto.
Parte IV: Francesco ha sido objeto de terribles y amenazadoras visiones. Pide consuelo ante el pastor Moser que se niega a absolverlo de sus pecados. Francesco interrumpe sus plegarias ante la llegada al castillo de una amenazante multitud de gente.
Carlo se halla junto a Massimiliano que todavía no le ha reconocido. Aparecen algunos bandidos con la noticia de que no han podido apoderarse de Francesco porque ha huido. Otros traen prisionera a Amalia. Ésta al ver a Carlo, se arroja en sus brazos pero es rechazada con violencia: Carlo es un bandido y le es imposible amarla. Por eso y ante sus asombrados compañeros, Carlo apuñala a Amalia y se aleja para entregarse a la justicia. Massimiliano invoca la muerte.
PEQUEÑO COMENTARIO
I Masnadieri (los bandidos) es muy poco conocida. Verdi tuvo que ajustarse a la capacidad de los cantantes y por eso configuró una de sus partituras más belcantísticas. Tiene gran belleza melódica y un “color” oscuro que se puede disfrutar mucho. Se representó en Bilbao recientemente en enero del 2004, con Francisco Casanova y Fiorenza Cedolins. Para los que no la conozcan, os animo a escucharla, estando casi seguro de que la vais a disfrutar mucho.
AUDIO-VIDEO
Puede oírse a continuación un audio visualizado de trece minutos con algunas partes de la ópera
DATOS DEL ESTRENO
Melodrama en cuatro partes con libreto de Andrea Maffei, a partir del drama “Die Räuber” (estrenado en Mannheim en 1781) de Friedrich Schiller. La ópera se represento por primera vez el 22 de junio de 1847 en el Her Majesty’s Theatre de Londres (hoy Covent Garden), con dirección musical de Giuseppe Verdi en las tres primeras funciones y luego Michael William Balfe. Los intérpretes de la premier fueron:
Luigi Lablache (bajo), Massimiliano, conde de Moor
Italo Gardoni (tenor), Carlo, su hijo mayor
Filippo Coletti (barítono), Francesco, su hijo menor
Jenny Lind (soprano), Amalia, huérfana y sobrina del conde
Leone Corelli (tenor), Arminio, camarlengo de la familia
Lucien Bouché (bajo), compañero de Carlo Moor
Coro de jóvenes descarriados, luego bandidos. Mujeres, muchachos y criados.
De todo el reparto destaca Jenny Lind (1820-1887) que fue llamada en su época “el ruiseñor sueco” por su refinada técnica vocal.
I MASNADIERI (Los bandidos)
El estreno en Londres de esta obra supuso para Verdi un importante salto cualitativo. Era ya el compositor más famoso en su país natal pero nunca había estrenado en el extranjero. Así lo cuenta un orgulloso Muzio (su secretario y criado para todo) en carta a su protector Barezzi: “Nunca jamás un compositor ha hecho una ópera nueva para Londres: ni Rossini, ni Donizetti, ni Bellini. Este honor estaba reservado al Maestro”. Y era verdad pues tan sólo Weber con su Oberón y por supuesto Haendel (casi inglés por sus años de residencia), consiguieron estrenar en aquella plaza. El público se preguntaba como sería la nueva ópera compuesta por “ese” italiano del que tanto se hablaba y se decía de su buen hacer musical. El lugar escogido fue el “Her Majesty’s Theatre”, el actual “Covent Garden”. Por aquel entonces era uno de los mas grandes, restaurado tan sólo un año antes para poder albergar entre 2.500/3.000 espectadores y rivalizando en grandeza con La Scala. Un maravilloso interior en madera, un techo ligeramente volteado junto con sus cinco plantas con palcos en forma decreciente y un palco escénico extraordinariamente grande, permitían además de ópera, representar grandes producciones de ballet. Sin olvidar su maravillosa acústica que obligó al compositor a revisar su partitura suprimiendo o incluyendo algunos acompañamientos para que resaltara mejor su obra.
Además poseía una orquesta formada por grandes profesores que provenían de las mejores formaciones musicales de aquella época (París, Milán, Turín, Roma, San Petersburgo, Viena, etc.). Dentro de la orquesta existía un colega- Alfredo Piatti (colaborador de Mendelssohn y Listz)- que había estudiado en Milán, justo cuando Verdi vivía también allí en su época de formación. Verdi pensó en este violonchelista y escribió en la segunda parte de la Obertura un aterciopelado “obligato” en re menor de ese instrumento (una de las páginas mas hermosas de la ópera) que contrasta, por su carácter más romántico, con la primera parte (más elegiaca y trágica), al estilo de Attila y Macbeth.
Respecto a los cantantes, hay que decir que Verdi estaba ligado a lo que por entonces era práctica habitual: casi todos los compositores escribían su música para recreación máxima de los cantantes que la interpretaban. En las partes solistas de I Masnadieri la música se basa en la habilidad de los cantantes. Por eso el elenco debe tener muy buenas facultades para alternar momentos dramáticos, líricos y de coloratura. Y también por eso Verdi hubo de pensar previamente en los cantantes que quería para su ópera.
No hubo mayores problemas con el tenor a pesar de que Verdi tuvo que ceder en favor de Italo Gardoni frente a Gaetano Fraschini que era el que realmente quería. Al barítono Filippo Coletti- el Gusmano de Alzira- lo tuvo claro desde el primer momento. La incorporación de Luigi Lablache, una de los mejores bajos de entonces, fue muy bien recibida. La dificultad se concentró en “la prima donna”: Verdi propuso a la Barbieri-Nini y a Catarina Halles. Como no pudieron ser, hubo sus más y sus menos. El empresario Lumley se comprometió finalmente a intentarlo con Jenny Lind y esto calmó los ánimos de Verdi. La conocida cantante ya había debutado en grandes papeles como Roberto el diablo, Norma, La Sonnambula o Lucia. Tuvo una crisis vocal que solucionó el tenor Manuel García y en aquellos momentos se había retirado para hacer exclusivamente recitales. Según las crónicas tenía una excelente voz de soprano ligera pero con las características de una gran soprano con tintes dramáticos.
Hasta tal punto fue el interés de Verdi en la Lind que, de camino a Inglaterra, se quedó en París y mandó a su querido Muzio a Londres para acabar de resolver el tema, avisando al empresario que como no la consiguieran, no habría ópera. Sí que es verdad que en París estaba la Strepponi y que él tenía poca prisa por cumplir el contrato londinense. Por estas fechas, la pareja mantuvo una continuada relación en la ciudad luz que se prolongó durante casi dos años: fue determinante para tomar la decisión de vivir juntos diez años más, primero en Busseto y luego en Sant’Agata para finalmente casarse (28 de agosto de 1859) poco antes de que Verdi fuera nombrado diputado. Para que se estrenara la ópera, al final se resolvió todo satisfactoriamente y sólo entonces Verdi cruzó el canal de la Mancha para preparar el estreno que él mismo dirigió. Como dato curioso, Muzio describió a Jenny Lind (la soprano protagonista) como “una música perfecta, profunda, una persona buena, amable, llena de educación pero de una gran fealdad con su nariz enorme, su rostro nórdico, sus manos gruesas y sus pies grandes”.
Sobre el libreto, hay que decir primero que para Londres estuvo a punto de ser Il Corsaro en vez de I Masnadieri. Como decisión de última hora, a Verdi le pareció más interesante la segunda y por eso la acabó antes. La obra literaria en que se basa el argumento es de un Schiller temprano (22 años) que todavía no es dueño de su talento. Andrea Maffei, encargado de transformar el texto original en libreto, no era el más idóneo para pulir defectos, obviar debilidades o quitar al tema algunas situaciones que rozan el absurdo.
El día del estreno (22 de julio de 1847) parece que hacía muchísimo calor. La fecha, que coincidía con la sesión de clausura del parlamento, había sido fijada por la reina. La multitud de espectadores comenzó a agolparse a las puertas del teatro al comenzar la tarde, atraída por la anunciada presencia de la soberana y por la de Verdi que había, por fin, prometido a la reina que dirigiría las tres primeras funciones. A las cuatro de la tarde la sala estaba colmada y el público se había disputado a precio de oro las butacas no reservadas. Asistieron además de la reina Victoria, el príncipe consorte, Luis Napoleón y el Duque de Wellington. Según Muzio: “Desde la obertura hasta el último final, todo fue aplausos, llamadas a escena y pedidos de bises”. Una exitosa velada por parte del público pero no de la crítica. Abrumado con tantos honores, Verdi desapareció de allí al cuarto día del estreno para encontrarse con su Giuseppina. Esta ópera llegó a Italia el mismo año del estreno, cantándose en Bérgamo, Trieste y Verona. Luego cayó pronto en el olvido.
SOBRE SUS VALORES MUSICALES
Con respecto a Macbeth (la ópera anterior), I Masnadieri es un claro retroceso en la evolución musical del compositor. Verdi trabajó de una forma rápida, abandonando y retomando la partitura en fases sucesivas pues no estaba muy convencido de cómo estaban quedando las cosas. No es extraño pues que denote falta de unidad. En la obra se suceden las arias, dúos y demás números cerrados, con la habilidad y el oficio que ya caracterizaba a su autor.
A destacar la parte de Amalia, hecha de modo especial, como ya se ha reiterado, para la voz de Jenny Lind, con muchos detalles belcantísticos. Su recitativo de salida (Acto I-escena 6) “Venerabile o padre” (OÍR AUDIO_1) con la cavatina “Lo sguardo avea degli angeli” (OÍR AUDIO_2), es un ejemplo perfecto de lo comentado. Verdi meditó mucho acerca de esta escena para darnos a conocer el aspecto de la joven: las secciones con florituras vocales hacen saber de la virtud y bondad de la desdichada protagonista. En el Acto II-escena 1, canta primero una sentida Aria “Tu del mio Carlo al seno” (OÍR AUDIO_3) y después la ágil cabaleta “Carlo vive” (OÍR AUDIO_4).
El personaje mas logrado psicológicamente es el del malvado Francesco, confiado a un barítono que ha de lucir un apreciable potencial dramático para el que Verdi compuso la parte menos convencional, con momentos de gran sugestión como cuando le invaden las pesadillas y los remordimientos (Acto IV-escena 1): viene acompañado por la cuerda que denota el lado más dramático de la ópera y es la llamada “escena del sueño”, Francesco está teniendo actos de alucinamiento “Tradimento! … Risorgono i difunti!... Mi gridano: assassino!” seguido de un Aria “Pareami che sorto da lauto convito”.
Tampoco son para olvidar los bellos dúos: entre soprano y barítono (Acto II-escena 3) “Io t’amo Amalia” y que termina con la cabaleta “Ti scosta, O malnato” y entre soprano y tenor (Acto III-escena 1) con dos partes, una más lenta, “Qual mare, qual terra” y otra más alegre “Lassù risplendere”.
El personaje de Carlo no está definido suficientemente. Quizá sea esa la razón unida, tal vez, a que es la “sombra de la Jenny Lind”, por lo que el tenor de I Masnadieri nos resulta menos atractivo en su partitura que la de otros personajes tenoriles de Verdi. Aún así y todo, no deja de tener importancia en la obra con momentos atractivos: en su Aria de salida (Acto I-escena 1) “O mio castel paterno” (OÍR AUDIO_5) de carácter sincero y profundo, seguida de la cabaleta “Nell’argilla maledetta” (OÍR AUDIO_6), en su Recitativo “Come splendido e grande il sol tramonta” (OÍR AUDIO_7) y en su Romanza “Di ladroni attorniato” (OÍR AUDIO_8), ambos del final Acto II.
La figura de Massimiliano es para un bajo de carácter que da prestancia a los conjuntos en que interviene pero sólo tiene una página importante: el llamado “racconto” (Acto II-escena 6) “Un ignoto tre lune or saranno”. Esta forma de expresión para contar al espectador hechos que han sucedido en el pasado fue utilizada por Verdi en otras ocasiones (recordemos tan sólo a Il Trovatore).
Se debe también tener en cuenta la hábil escritura lograda en las escenas de conjunto y coros: señalar a este respecto el final del Acto I (Quartetto), el final del Acto II (Coro), “Le rube, gli stupri” (Coro) del Acto III-escena 3 y asimismo el final de la obra.
Además de la Obertura en la que ya se ha dicho que existe un solo de violonchelo, una de las partes musicales más hermosa de la obra, cada uno de los demás actos llevan una breve introducción orquestal de ejemplar ambientación y que nos anticipa la situación: es una técnica similar a la aplicada en La Traviata.
DISCOGRAFÍA
Sin ninguna duda, se recomienda esta grabación:
AUDIO- Lamberto Gardelli (1974)
Massimiliano Ruggero Raimondi
Carlo Carlo Bergonzi
Francesco Piero Cappuccilli
Amalia Montserrat Caballé
Arminio John Sandor
Moser Maurizio Mazzieri
Rolla William Elvin
Orquesta: New Philarmonia
Coro: Ambrosian Singers
Grabado en estudio
Philips
Libreto únicamente en italiano, AQUÍ
SINOPSIS
La acción tiene lugar en Alemania, a principios del siglo XVIII.
Parte I: Carlo, hijo mayor de Massimiliano de Moor, se ha revelado en contra de una sociedad que él cree hipócrita y tras una vida disipada durante su época de estudios, se ha hecho bandido. Desearía, no obstante, volver a casa, abrazar a su padre y encontrarse con su amada Amalia. Pero su hermano menor Francesco, le envía una carta falsificada donde Carlo puede leer que su padre reniega de él y le niega para siempre su perdón. Desesperado, Carlo se entrega con más ahínco aún a su vida al margen de la ley.
Francesco, en complicidad con Arminio, va a hacer saber a Massimiliano que Carlo ha muerto, con la pérfida esperanza de que esta fatal noticia haga morir al viejo, dejándole así como único heredero.
En el tercer cuadro, Amelia observa el agitado sueño de Massimiliano y piensa en Carlo de quién continúa enamorada. Aparece Francesco en compañía de un hombre desconocido (es Arminio disfrazado) y este hombre les da la noticia funesta de que Carlo ha muerto combatiendo en Praga y, antes de morir, le ha entregado su espada para que se la haga llegar al padre: sobre el acero está escrita con sangre la última voluntad del fallecido que no es otra que “Amalia habrá de casarse con Francesco”. Ante esto, Amalia se desespera y Massimiliano se derrumba.
Parte II: Como nuevo dueño, Francesco celebra una ruidosa fiesta mientras Amalia se dirige al cementerio donde está enterrado Massimiliano. Aquí se la encuentra Arminio que, en sus remordimientos, la informa de que Carlo vive y Massimiliano tampoco está muerto, como todos creen. Amelia se siente inmensamente feliz pero esta dicha dura poco pues Francesco aparece, decidido a casarse con la joven, aunque sea en contra de su voluntad. Amalia se defiende llegando a quitarle la espada y amenazarlo con ella.
En un bosque cercano a Praga, en el campamento de los bandidos, aparece Carlo que ha liberado a uno de los suyos que estaba a punto de morir en la horca. Los bandidos celebran la heroicidad de su jefe pero este se muestra cansado de su vida delictiva. Unos compañeros anuncian que el campamento se halla completamente rodeado de soldados. Esto reanima a Carlo que parte rápido a combatir a la cabeza de sus huestes.
Parte III: Amalia que se había alejado del castillo, se encuentra con Carlo. La pareja se abraza mostrando la inmensa felicidad que sienten. Enterado Carlo de las acciones de su hermano, está dispuesto a vengarse de inmediato.
Es de noche y los bandidos reposan en un paraje desierto donde se levantan las ruinas de una fortaleza. Carlo piensa en su amada y en la vida que está llevando que cada día le aleja más de ella. Quisiera morir pero ha de seguir viviendo para soportar las culpas que merecen sus fechorías.
Sigilosamente aparece Arminio con comida y bebida para Massimiliano que está oculto y encerrado en las ruinas del lugar. Al verse descubierto, Arminio huye y es el propio Carlo el que se acerca al viejo. Carlo reconoce en el viejo a su padre pero éste no reconoce a su hijo. Y así le cuenta la historia de sus desdichas: fue dado por muerto y cuando le llevaban a enterrar, se dieron cuenta de que aún estaba con vida; por eso fue recluido en esas ruinas y ha sobrevivido gracias a la ayuda de Arminio. Después de contar su historia, Massimiliano se desmaya. Carlo grita venganza, convoca a sus bandidos y les pide ayuda para hacer justicia: todos le juran fidelidad mientras se alejan en tumulto.
Parte IV: Francesco ha sido objeto de terribles y amenazadoras visiones. Pide consuelo ante el pastor Moser que se niega a absolverlo de sus pecados. Francesco interrumpe sus plegarias ante la llegada al castillo de una amenazante multitud de gente.
Carlo se halla junto a Massimiliano que todavía no le ha reconocido. Aparecen algunos bandidos con la noticia de que no han podido apoderarse de Francesco porque ha huido. Otros traen prisionera a Amalia. Ésta al ver a Carlo, se arroja en sus brazos pero es rechazada con violencia: Carlo es un bandido y le es imposible amarla. Por eso y ante sus asombrados compañeros, Carlo apuñala a Amalia y se aleja para entregarse a la justicia. Massimiliano invoca la muerte.
PEQUEÑO COMENTARIO
I Masnadieri (los bandidos) es muy poco conocida. Verdi tuvo que ajustarse a la capacidad de los cantantes y por eso configuró una de sus partituras más belcantísticas. Tiene gran belleza melódica y un “color” oscuro que se puede disfrutar mucho. Se representó en Bilbao recientemente en enero del 2004, con Francisco Casanova y Fiorenza Cedolins. Para los que no la conozcan, os animo a escucharla, estando casi seguro de que la vais a disfrutar mucho.
AUDIO-VIDEO
Puede oírse a continuación un audio visualizado de trece minutos con algunas partes de la ópera
DATOS DEL ESTRENO
Melodrama en cuatro partes con libreto de Andrea Maffei, a partir del drama “Die Räuber” (estrenado en Mannheim en 1781) de Friedrich Schiller. La ópera se represento por primera vez el 22 de junio de 1847 en el Her Majesty’s Theatre de Londres (hoy Covent Garden), con dirección musical de Giuseppe Verdi en las tres primeras funciones y luego Michael William Balfe. Los intérpretes de la premier fueron:
Luigi Lablache (bajo), Massimiliano, conde de Moor
Italo Gardoni (tenor), Carlo, su hijo mayor
Filippo Coletti (barítono), Francesco, su hijo menor
Jenny Lind (soprano), Amalia, huérfana y sobrina del conde
Leone Corelli (tenor), Arminio, camarlengo de la familia
Lucien Bouché (bajo), compañero de Carlo Moor
Coro de jóvenes descarriados, luego bandidos. Mujeres, muchachos y criados.
De todo el reparto destaca Jenny Lind (1820-1887) que fue llamada en su época “el ruiseñor sueco” por su refinada técnica vocal.
I MASNADIERI (Los bandidos)
El estreno en Londres de esta obra supuso para Verdi un importante salto cualitativo. Era ya el compositor más famoso en su país natal pero nunca había estrenado en el extranjero. Así lo cuenta un orgulloso Muzio (su secretario y criado para todo) en carta a su protector Barezzi: “Nunca jamás un compositor ha hecho una ópera nueva para Londres: ni Rossini, ni Donizetti, ni Bellini. Este honor estaba reservado al Maestro”. Y era verdad pues tan sólo Weber con su Oberón y por supuesto Haendel (casi inglés por sus años de residencia), consiguieron estrenar en aquella plaza. El público se preguntaba como sería la nueva ópera compuesta por “ese” italiano del que tanto se hablaba y se decía de su buen hacer musical. El lugar escogido fue el “Her Majesty’s Theatre”, el actual “Covent Garden”. Por aquel entonces era uno de los mas grandes, restaurado tan sólo un año antes para poder albergar entre 2.500/3.000 espectadores y rivalizando en grandeza con La Scala. Un maravilloso interior en madera, un techo ligeramente volteado junto con sus cinco plantas con palcos en forma decreciente y un palco escénico extraordinariamente grande, permitían además de ópera, representar grandes producciones de ballet. Sin olvidar su maravillosa acústica que obligó al compositor a revisar su partitura suprimiendo o incluyendo algunos acompañamientos para que resaltara mejor su obra.
Además poseía una orquesta formada por grandes profesores que provenían de las mejores formaciones musicales de aquella época (París, Milán, Turín, Roma, San Petersburgo, Viena, etc.). Dentro de la orquesta existía un colega- Alfredo Piatti (colaborador de Mendelssohn y Listz)- que había estudiado en Milán, justo cuando Verdi vivía también allí en su época de formación. Verdi pensó en este violonchelista y escribió en la segunda parte de la Obertura un aterciopelado “obligato” en re menor de ese instrumento (una de las páginas mas hermosas de la ópera) que contrasta, por su carácter más romántico, con la primera parte (más elegiaca y trágica), al estilo de Attila y Macbeth.
Respecto a los cantantes, hay que decir que Verdi estaba ligado a lo que por entonces era práctica habitual: casi todos los compositores escribían su música para recreación máxima de los cantantes que la interpretaban. En las partes solistas de I Masnadieri la música se basa en la habilidad de los cantantes. Por eso el elenco debe tener muy buenas facultades para alternar momentos dramáticos, líricos y de coloratura. Y también por eso Verdi hubo de pensar previamente en los cantantes que quería para su ópera.
No hubo mayores problemas con el tenor a pesar de que Verdi tuvo que ceder en favor de Italo Gardoni frente a Gaetano Fraschini que era el que realmente quería. Al barítono Filippo Coletti- el Gusmano de Alzira- lo tuvo claro desde el primer momento. La incorporación de Luigi Lablache, una de los mejores bajos de entonces, fue muy bien recibida. La dificultad se concentró en “la prima donna”: Verdi propuso a la Barbieri-Nini y a Catarina Halles. Como no pudieron ser, hubo sus más y sus menos. El empresario Lumley se comprometió finalmente a intentarlo con Jenny Lind y esto calmó los ánimos de Verdi. La conocida cantante ya había debutado en grandes papeles como Roberto el diablo, Norma, La Sonnambula o Lucia. Tuvo una crisis vocal que solucionó el tenor Manuel García y en aquellos momentos se había retirado para hacer exclusivamente recitales. Según las crónicas tenía una excelente voz de soprano ligera pero con las características de una gran soprano con tintes dramáticos.
Hasta tal punto fue el interés de Verdi en la Lind que, de camino a Inglaterra, se quedó en París y mandó a su querido Muzio a Londres para acabar de resolver el tema, avisando al empresario que como no la consiguieran, no habría ópera. Sí que es verdad que en París estaba la Strepponi y que él tenía poca prisa por cumplir el contrato londinense. Por estas fechas, la pareja mantuvo una continuada relación en la ciudad luz que se prolongó durante casi dos años: fue determinante para tomar la decisión de vivir juntos diez años más, primero en Busseto y luego en Sant’Agata para finalmente casarse (28 de agosto de 1859) poco antes de que Verdi fuera nombrado diputado. Para que se estrenara la ópera, al final se resolvió todo satisfactoriamente y sólo entonces Verdi cruzó el canal de la Mancha para preparar el estreno que él mismo dirigió. Como dato curioso, Muzio describió a Jenny Lind (la soprano protagonista) como “una música perfecta, profunda, una persona buena, amable, llena de educación pero de una gran fealdad con su nariz enorme, su rostro nórdico, sus manos gruesas y sus pies grandes”.
Sobre el libreto, hay que decir primero que para Londres estuvo a punto de ser Il Corsaro en vez de I Masnadieri. Como decisión de última hora, a Verdi le pareció más interesante la segunda y por eso la acabó antes. La obra literaria en que se basa el argumento es de un Schiller temprano (22 años) que todavía no es dueño de su talento. Andrea Maffei, encargado de transformar el texto original en libreto, no era el más idóneo para pulir defectos, obviar debilidades o quitar al tema algunas situaciones que rozan el absurdo.
El día del estreno (22 de julio de 1847) parece que hacía muchísimo calor. La fecha, que coincidía con la sesión de clausura del parlamento, había sido fijada por la reina. La multitud de espectadores comenzó a agolparse a las puertas del teatro al comenzar la tarde, atraída por la anunciada presencia de la soberana y por la de Verdi que había, por fin, prometido a la reina que dirigiría las tres primeras funciones. A las cuatro de la tarde la sala estaba colmada y el público se había disputado a precio de oro las butacas no reservadas. Asistieron además de la reina Victoria, el príncipe consorte, Luis Napoleón y el Duque de Wellington. Según Muzio: “Desde la obertura hasta el último final, todo fue aplausos, llamadas a escena y pedidos de bises”. Una exitosa velada por parte del público pero no de la crítica. Abrumado con tantos honores, Verdi desapareció de allí al cuarto día del estreno para encontrarse con su Giuseppina. Esta ópera llegó a Italia el mismo año del estreno, cantándose en Bérgamo, Trieste y Verona. Luego cayó pronto en el olvido.
SOBRE SUS VALORES MUSICALES
Con respecto a Macbeth (la ópera anterior), I Masnadieri es un claro retroceso en la evolución musical del compositor. Verdi trabajó de una forma rápida, abandonando y retomando la partitura en fases sucesivas pues no estaba muy convencido de cómo estaban quedando las cosas. No es extraño pues que denote falta de unidad. En la obra se suceden las arias, dúos y demás números cerrados, con la habilidad y el oficio que ya caracterizaba a su autor.
A destacar la parte de Amalia, hecha de modo especial, como ya se ha reiterado, para la voz de Jenny Lind, con muchos detalles belcantísticos. Su recitativo de salida (Acto I-escena 6) “Venerabile o padre” (OÍR AUDIO_1) con la cavatina “Lo sguardo avea degli angeli” (OÍR AUDIO_2), es un ejemplo perfecto de lo comentado. Verdi meditó mucho acerca de esta escena para darnos a conocer el aspecto de la joven: las secciones con florituras vocales hacen saber de la virtud y bondad de la desdichada protagonista. En el Acto II-escena 1, canta primero una sentida Aria “Tu del mio Carlo al seno” (OÍR AUDIO_3) y después la ágil cabaleta “Carlo vive” (OÍR AUDIO_4).
El personaje mas logrado psicológicamente es el del malvado Francesco, confiado a un barítono que ha de lucir un apreciable potencial dramático para el que Verdi compuso la parte menos convencional, con momentos de gran sugestión como cuando le invaden las pesadillas y los remordimientos (Acto IV-escena 1): viene acompañado por la cuerda que denota el lado más dramático de la ópera y es la llamada “escena del sueño”, Francesco está teniendo actos de alucinamiento “Tradimento! … Risorgono i difunti!... Mi gridano: assassino!” seguido de un Aria “Pareami che sorto da lauto convito”.
Tampoco son para olvidar los bellos dúos: entre soprano y barítono (Acto II-escena 3) “Io t’amo Amalia” y que termina con la cabaleta “Ti scosta, O malnato” y entre soprano y tenor (Acto III-escena 1) con dos partes, una más lenta, “Qual mare, qual terra” y otra más alegre “Lassù risplendere”.
El personaje de Carlo no está definido suficientemente. Quizá sea esa la razón unida, tal vez, a que es la “sombra de la Jenny Lind”, por lo que el tenor de I Masnadieri nos resulta menos atractivo en su partitura que la de otros personajes tenoriles de Verdi. Aún así y todo, no deja de tener importancia en la obra con momentos atractivos: en su Aria de salida (Acto I-escena 1) “O mio castel paterno” (OÍR AUDIO_5) de carácter sincero y profundo, seguida de la cabaleta “Nell’argilla maledetta” (OÍR AUDIO_6), en su Recitativo “Come splendido e grande il sol tramonta” (OÍR AUDIO_7) y en su Romanza “Di ladroni attorniato” (OÍR AUDIO_8), ambos del final Acto II.
La figura de Massimiliano es para un bajo de carácter que da prestancia a los conjuntos en que interviene pero sólo tiene una página importante: el llamado “racconto” (Acto II-escena 6) “Un ignoto tre lune or saranno”. Esta forma de expresión para contar al espectador hechos que han sucedido en el pasado fue utilizada por Verdi en otras ocasiones (recordemos tan sólo a Il Trovatore).
Se debe también tener en cuenta la hábil escritura lograda en las escenas de conjunto y coros: señalar a este respecto el final del Acto I (Quartetto), el final del Acto II (Coro), “Le rube, gli stupri” (Coro) del Acto III-escena 3 y asimismo el final de la obra.
Además de la Obertura en la que ya se ha dicho que existe un solo de violonchelo, una de las partes musicales más hermosa de la obra, cada uno de los demás actos llevan una breve introducción orquestal de ejemplar ambientación y que nos anticipa la situación: es una técnica similar a la aplicada en La Traviata.
DISCOGRAFÍA
Sin ninguna duda, se recomienda esta grabación:
AUDIO- Lamberto Gardelli (1974)
Massimiliano Ruggero Raimondi
Carlo Carlo Bergonzi
Francesco Piero Cappuccilli
Amalia Montserrat Caballé
Arminio John Sandor
Moser Maurizio Mazzieri
Rolla William Elvin
Orquesta: New Philarmonia
Coro: Ambrosian Singers
Grabado en estudio
Philips
3 comentarios:
Esta opera es de mis favoritas de Verdi. Musicalmente es una joya. El finale es de los mejores que escribio Verdi, de una musica inspiradisima y conmovedora al maximo. Poco antes, el duo entre padre e hijo es tambien precioso, y desde luego el resto de la opera.
Es la primera vez que puedo escuchar partes de esta ópera. Necesito oírla más de una vez para formarme un juicio.
Me encantó! Al igual que Alzira, son obras desconocidas que los verdianos debemos escuchar. Son páginas bellas, pasatistas, entretenidas. No todo debe ser Otello!!!
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