LIBRETO
En bilingüe (italiano-español) puede encontrarse AQUÍ
SINOPSIS ARGUMENTAL
Drama lírico en cuatro partes con libreto de Temistocle Solera a partir de “Nabuchodonosor” de Auguste Anicet Bourgeois y Francis Comue, dado a conocer en el Teâtre Ambigú-Comique de París el 17 de octubre de 1836. La ópera se estrenó en el Teatro alla Scala de Milán el 9 de marzo de 1842 con dirección del primer violín Eugenio Cavallini y con los siguientes intérpretes:
* Nabucco (barítono), Giorgio Ronconi
……. [rey de Babilonia]
* Ismaele (tenor), Corrado Milaglia
……. [sobrino del rey de Jerusalén]
* Abigaille (soprano), Giuseppina Strepponi
……. [hija primogénita de Nabucco con una esclava]
* Zaccaria (bajo), Prosper Dérivis
…….. [gran pontífice de los hebreos]
* Fenena (soprano), Giovannina Bellinzaghi
…….. [hija legítima de Nabucco]
* Gran sacerdote de Belo (bajo), Gaetano Rossi
* Abdallo (tenor), Napoleone MarconiDelmonte
………[viejo oficial de Nabucco]
* Anna (soprano), Teresa Ruggeri
………[hermana de Zaccaria]
* Soldados, levitas, vírgenes hebreas, mujeres, magos, grandes del reino y gentes del pueblo.
* Escenografía: Baldassare Cavalotti adaptada por Filippo Peroni
* Director de coro: Giulio Granatelli
* Al chémbalo: Giuseppe Verdi (tres primeras), luego Giacomo Panizza.
La acción tiene lugar en Jerusalén y en Babilonia, alrededor del 587 a. de C.
Primera Parte (Jerusalén): Los hebreos se han refugiado en el templo de Salomón para pedir protección a su Dios ante la inminente llegada de las tropas babilónicas capitaneadas por su rey Nabucco. Zaccaria intenta reconfortarles pues Fenena (la hija legítima de Nabucco) está en su poder y puede servir de garantía ante el invasor. Ismaele ama a Fenena y está dispuesto a salvarla. Llegan los babilónicos precedidos por la agresiva Abigaille (hija ilegítima de Nabucco) en busca de Ismaele al que ama y le ofrece la libertad pero este prefiere seguir la suerte de los demás hebreos. Aparece Nabucco y Zaccaria amenaza a Fenena con un puñal pero Ismaele detiene su acción. Nabucco y Abigaille, enfurecidos, animan a los soldados al saqueo mientras Zaccaria y el pueblo hebreo maldicen a Ismaele.
Segunda parte (El impío): En Babilonia, Abigaille se ha hecho con un documento por el que se demuestra que ella es descendiente de la relación de Nabucco con una esclava. Su ira es creciente ya que Nabucco ha dejado como regente a Fenena. El gran sacerdote de Belo y otros secuaces, animan a Abigaille a que se apodere del trono ya que Fenena ha decretado la libertad de los hebreos. A tal fin han preparado la muerte de Nabucco en combate.
Zaccaria acoge a Fenena en el seno de la religión hebraica e Ismaele pide en vano perdón siendo declarado maldito por los levitas. Abdallo trae la noticia de que Nabucco ha muerto y el pueblo recibe a Abigaille como la nueva reina de Babilonia. Cuando ésta quiere arrancar la corona de la cabeza de Fenena, entra precipitadamente Nabucco con sus soldados fieles, maldiciendo a los que lo han traicionado. Pone la corona sobre su cabeza afirmando que él más que rey, es un dios. De pronto un rayo le arranca la corona y el rey se desploma aterrorizado.
Tercera parte (La profecía): Abigaille se ha hecho con el trono de Babilonia y está a punto de ordenar la muerte de Fenena y de los hebreos. Nabucco ha perdido la razón y en vano intenta sustraerse a las influencias de Abigaille pues quiere que firme las sentencias de muerte. En un momento de lucidez le recuerda sus orígenes y sólo logra encender aún más la ira de la ardorosa guerrera que destruye el documento revelador de su nacimiento bastardo.
En su prisión de la ribera del Éufrates, los hebreos recuerdan con nostalgia su lejana patria y Zaccaria les anima asegurándoles una inmediata libertad.
Cuarta parte (El ídolo destrozado): Encerrado en una sala del palacio, Nabucco se halla preso de la desesperación. Pero recupera la razón al escuchar la marcha fúnebre que acompaña a Fenena y a los hebreos hacia el sacrificio. Se vuelve hacia el dios hebreo e implora su ayuda. Se presenta Abdallo con otros soldados fieles y Nabucco abandona su encierro en posesión ya de toda su lucidez.
Zaccaria bendice a Fenena quien, feliz, invoca a la muerte como liberadora de todos sus sufrimientos. Pero Nabucco acude en ayuda de su hija y reconoce el poder del dios de Israel. Abigaille se ha envenenado y llega moribunda implorando perdón.
AUDIO-VIDEO
Se recogen algunas partes de la ópera en este audio visualizado que dura unos trece minutos:
GÉNESIS DEL NABUCCO
Desde el rotundo fracaso en el estreno de “Un giorno di regno” hasta el apoteósico éxito del “Nabucco”, transcurrieron 550 días en los cuales Verdi tuvo que superar la crisis personal mas grave de su existencia y de este modo pudo empezar a convertirse en el mayor operista (junto con Wagner) de todo el siglo XIX. Tal es pues la trascendencia de esta obra- no tanto por su importancia musical sino por las circunstancias personales que concurrieron- que bien puede decirse que, sin “Nabucco”, no existiría Verdi como compositor de óperas.
Recordemos brevemente los antecedentes: Verdi nació en una familia de origen mas bien modesto y de muchacho fue rechazado por el conservatorio de Milán (hoy se llama en homenaje al músico: “Conservatorio Giuseppe Verdi”); debió pues realizar los estudios de música con un profesor particular (Vincenzo Lavigna) costeados, en parte, por su futuro suegro (Antonio Barezzi); terminada la formación, consiguió la dirección de la escuela de música de Busseto pero debido a las miles de intrigas que tuvieron lugar a su alrededor, este período está lleno para él de amarguras y sinsabores; tuvo que esperar tres años para poder ver representada su primera ópera (Oberto conte di San Bonifacio) con un éxito estimable; se casó con Margherita Barezzi, tuvo dos hijos y muy pronto volvió a estar sólo por el fallecimiento prematuro de toda su prole; cuando, con la muerte en el corazón, tuvo que escribir una ópera cómica (Un giorno di regno), a su fracaso se sumó la reacción de un público, ignorante o indiferente ante el drama personal que estaba viviendo el compositor.
Después de este fracaso, el maestro pensó en retirarse de la composición resentido contra todo y contra todos. El tiempo seguía discurriendo sin suerte alguna para él. Tenía 27 años, una edad en la cual Rossini, Bellini y Donizetti, habían consolidado ya una importante fama. Con toda justicia podía lamentarse de la mala suerte que hasta aquel momento le había perseguido y en este estado depresivo se aisló durante varios meses en su apartamento de Milán teniendo como única compañía la lectura. Pero después volvió a aparecer de vez en cuando por los lugares de encuentro social de la ciudad pues, aunque no quisiera admitirlo, había vuelto a sentir el gusto por la vida.
En esa época conoció el libreto de Solera y de cómo llegó a sus manos, existen varias versiones: una de ellas es que le fue entregado por el empresario de La Scala (Merelli) y el músico lo habría dejado tirado en un rincón de su habitación antes de decidirse a escribir una sola nota; otra versión nos habla de la insistencia de amigos de Verdi para que el compositor cumpliera su compromiso con el empresario con un “manuscrito” encargado a Solera; por último Ercole Cavalli, otro amigo de Verdi, advierte de un simple intercambio entre el compositor Otto Nicolai y el propio Verdi, pues ambos tenían adjudicados, uno el “Nabucco” y otro “Il Proscritto”.
Hasta aquí la parte que podríamos llamar realista de cómo Verdi se decidió a componer Nabucco. Pero es que hay mas: un relato dictado por el propio Verdi a Michele Lessona (publicado en su libro “Querer es poder”) en 1876 y otro relativamente semejante a Giulio Ricordi en 1879, también de carácter autobiográfico. Son más que conocidos y aunque un poco extensos, no podemos resistimos a transcribir el segundo en el que Verdi hace entrar a Nabucco en la leyenda:
“Yo estaba muy deprimido y ya no pensaba en la música, cuando una noche de invierno, al salir de la galería De Cristoforis, me encontré por casualidad con Merelli, que se dirigía al teatro. Nevaba copiosamente. Me tomó del brazo y me invitó a acompañarlo a su oficina de La Scala. Mientras caminábamos, conversamos, y me contó que tenía muchos problemas con una nueva ópera que debía estrenar. Se la había encargado a Nicolai pero a éste no le había gustado el libreto.
>Imagínate- me dijo Merelli- un libreto de Solera, ¡magnífico, extraordinario, sublime! ¡Con situaciones dramáticas eficaces y hermosos versos! Y ese cabeza dura no quiere saber nada y ¡dice que el libreto es imposible! No sé como hacer para encontrar otro libreto ahora.
>Yo te sacaré del apuro- le dije- ¿No habías mandado escribir Il Proscritto para mí? No escribí ni una nota: lo pongo a tu disposición.
>¡Oh que suerte! Te lo agradezco.
Siempre hablando, llegamos al teatro. Merelli llamó a Bassi, que era al mismo tiempo poeta, director de escena, portero, bibliotecario, etc. y le pidió que buscara inmediatamente en los archivos algún ejemplar de Il Proscritto. Lo encontró. Pero, mientras tanto, Merelli tomó otro manuscrito y exclamó, mostrándomelo:
>Mira, este es el libreto de Solera. ¡Tener semejante tema y rechazarlo! Toma. Léelo.
>¿Qué quieres que haga con esto? ¡No, no, no tengo ganas de leer libretos!
>Vamos, no te hará ningún mal. Léelo, y luego me lo devuelves.
Y me entregó el manuscrito. Era muy voluminoso y estaba escrito en grandes caracteres, como se hacía en esa época. Lo enrollé, me despedí de Merelli y regresé a mi casa. Mientras caminaba, me sentí invadido por una indefinible tristeza, mi corazón estaba lleno de angustia. Llegué a mi casa y arrojé el manuscrito sobre la mesa casi con rabia. Al caer, se abrió sólo y, sin saber como, mi mirada cayó sobre la página abierta y leí lo siguiente: “Va, pensiero, sull’ali dorati (vuela pensamiento, con alas doradas)”. Leí los versos que seguían y me causaron una fuerte impresión, sobre todo, porque parafraseaban a la Biblia, una lectura que siempre me deleitó. Leí un pasaje, leí dos, y luego, siempre con la firme intención de no escribir nada, hice un esfuerzo para dominarme, cerré el manuscrito y me fui a acostar. ¡Pero Nabucco me daba vueltas en la cabeza! No me podía dormir. Me levanté, leí el libreto, no una vez sino dos o tres veces, de manera que a la mañana puede decirse que sabía de memoria el libreto de Solera. A pesar de esto, no había cambiado de idea, y ese día fui al teatro para devolverle el libreto a Merelli.
>Es hermoso ¿no?- me dijo
>Muy hermoso
>Bueno, entonces ponle música
>Ni por todo el oro del mundo. ¡No quiero saber nada!
Mientras yo decía esto, él tomó el libreto y lo puso en el bolsillo de mi abrigo, me tomó por los hombros y, con un empujón, me arrojó fuera de su oficina, me cerró la puerta en las narices y dio dos vueltas de llave. ¿Qué hacer? Volví a mi casa con Nabucco en el bolsillo. Un día, un verso, al día siguiente, otro verso, en otro momento, una frase, y poco a poco compuse la ópera”.
En este texto dictado por el maestro casi cuarenta años después de los hechos, es imposible distinguir entre lo que corresponde a la verdad- más o menos confundida con los tropiezos de la memoria- y lo que corresponde a una reconstrucción imaginaria y ampliamente premeditada. La historia es demasiado perfecta, su encadenamiento está demasiado bien ordenado y parece evidente la idea que Verdi quería imponer a la posteridad y tal vez a sí mismo: que la conducta de los hombres es guiada por el destino y que debemos aprender a descifrar sus signos. En suma, en el relato todo le era impuesto desde el exterior por un poder que desafiaba a su propia voluntad (el encuentro fortuito, la oportunidad, el rechazo de Nicolai, el libreto que se abrió sólo y la música que surge con ayuda de una fuerza superior).
Probablemente Verdi comenzó a componer Nabucco en mayo de 1841. Todavía sentía un profundo dolor y a veces atravesaba momentos de desesperación pero la voluntad de vivir y la embriaguez de la creación, vencían sus ideas sombrías. La amistad de Solera, con quien trabajaba casi todos los días, parece haber sido un gran apoyo para él en esta fase incierta de retorno a la vida. Verdi contaba que una mañana tuvo que amenazar a Solera y cerrarlo con llave para que se decidiera a reemplazar un dúo amoroso- que no gustaba al maestro- por una profecía de Zaccaria. “¡No saldrás de aquí hasta que hayas escrito la profecía! ¡Aquí tienes la Biblia, las palabras están ahí! A Solera que tenía un carácter muy fuerte, no le gustó nada mi actitud. Ví en sus ojos un destello de rabia y pasé un mal momento porque el poeta era muy robusto y podía vencer rápidamente a un músico obstinado. De pronto se sentó a la mesa, ¡y un cuarto de hora mas tarde la profecía estaba escrita!”.
La partitura del Nabucco se terminó a principios del otoño de 1841 y Verdi fue a ver a Merelli para anunciarle que su ópera estaba lista. Fue grande su decepción cuando el empresario de La Scala le dijo que efectivamente estaba dispuesto a montar la obra pero era demasiado tarde para incluirla en la siguiente temporada (la de carnaval) y le propuso esperar hasta el otoño. Verdi lo rechazó de plano: “O durante el carnaval o nunca”, le dijo, sin importarle que con su respuesta se le podían cerrar las puertas de aquel templo de la lírica. Después Verdi escribió a Merelli una carta donde daba rienda suelta a su resentimiento. Por intermedio del ingeniero Pasetti, el astuto empresario hizo saber al maestro que mostrara la partitura a Giuseppina Strepponi (su futura segunda esposa) y si ella aceptaba, todo quedaría resuelto. Al día siguiente de recibirla, la “prima donna” declaró que aceptaba el papel, diciendo: “me encanta esta música y quiero cantarla a principios de la nueva temporada”. Llevó a Verdi a ver al bajo-barítono Ronconi y éste aceptó el papel de Nabucco. Sólo quedaba por convencer a Merelli. A este respecto escribió Verdi: “Merelli me mandó llamar y cuando llegué, exclamó con un tono aspero:
En bilingüe (italiano-español) puede encontrarse AQUÍ
SINOPSIS ARGUMENTAL
Drama lírico en cuatro partes con libreto de Temistocle Solera a partir de “Nabuchodonosor” de Auguste Anicet Bourgeois y Francis Comue, dado a conocer en el Teâtre Ambigú-Comique de París el 17 de octubre de 1836. La ópera se estrenó en el Teatro alla Scala de Milán el 9 de marzo de 1842 con dirección del primer violín Eugenio Cavallini y con los siguientes intérpretes:
* Nabucco (barítono), Giorgio Ronconi
……. [rey de Babilonia]
* Ismaele (tenor), Corrado Milaglia
……. [sobrino del rey de Jerusalén]
* Abigaille (soprano), Giuseppina Strepponi
……. [hija primogénita de Nabucco con una esclava]
* Zaccaria (bajo), Prosper Dérivis
…….. [gran pontífice de los hebreos]
* Fenena (soprano), Giovannina Bellinzaghi
…….. [hija legítima de Nabucco]
* Gran sacerdote de Belo (bajo), Gaetano Rossi
* Abdallo (tenor), Napoleone MarconiDelmonte
………[viejo oficial de Nabucco]
* Anna (soprano), Teresa Ruggeri
………[hermana de Zaccaria]
* Soldados, levitas, vírgenes hebreas, mujeres, magos, grandes del reino y gentes del pueblo.
* Escenografía: Baldassare Cavalotti adaptada por Filippo Peroni
* Director de coro: Giulio Granatelli
* Al chémbalo: Giuseppe Verdi (tres primeras), luego Giacomo Panizza.
La acción tiene lugar en Jerusalén y en Babilonia, alrededor del 587 a. de C.
Primera Parte (Jerusalén): Los hebreos se han refugiado en el templo de Salomón para pedir protección a su Dios ante la inminente llegada de las tropas babilónicas capitaneadas por su rey Nabucco. Zaccaria intenta reconfortarles pues Fenena (la hija legítima de Nabucco) está en su poder y puede servir de garantía ante el invasor. Ismaele ama a Fenena y está dispuesto a salvarla. Llegan los babilónicos precedidos por la agresiva Abigaille (hija ilegítima de Nabucco) en busca de Ismaele al que ama y le ofrece la libertad pero este prefiere seguir la suerte de los demás hebreos. Aparece Nabucco y Zaccaria amenaza a Fenena con un puñal pero Ismaele detiene su acción. Nabucco y Abigaille, enfurecidos, animan a los soldados al saqueo mientras Zaccaria y el pueblo hebreo maldicen a Ismaele.
Segunda parte (El impío): En Babilonia, Abigaille se ha hecho con un documento por el que se demuestra que ella es descendiente de la relación de Nabucco con una esclava. Su ira es creciente ya que Nabucco ha dejado como regente a Fenena. El gran sacerdote de Belo y otros secuaces, animan a Abigaille a que se apodere del trono ya que Fenena ha decretado la libertad de los hebreos. A tal fin han preparado la muerte de Nabucco en combate.
Zaccaria acoge a Fenena en el seno de la religión hebraica e Ismaele pide en vano perdón siendo declarado maldito por los levitas. Abdallo trae la noticia de que Nabucco ha muerto y el pueblo recibe a Abigaille como la nueva reina de Babilonia. Cuando ésta quiere arrancar la corona de la cabeza de Fenena, entra precipitadamente Nabucco con sus soldados fieles, maldiciendo a los que lo han traicionado. Pone la corona sobre su cabeza afirmando que él más que rey, es un dios. De pronto un rayo le arranca la corona y el rey se desploma aterrorizado.
Tercera parte (La profecía): Abigaille se ha hecho con el trono de Babilonia y está a punto de ordenar la muerte de Fenena y de los hebreos. Nabucco ha perdido la razón y en vano intenta sustraerse a las influencias de Abigaille pues quiere que firme las sentencias de muerte. En un momento de lucidez le recuerda sus orígenes y sólo logra encender aún más la ira de la ardorosa guerrera que destruye el documento revelador de su nacimiento bastardo.
En su prisión de la ribera del Éufrates, los hebreos recuerdan con nostalgia su lejana patria y Zaccaria les anima asegurándoles una inmediata libertad.
Cuarta parte (El ídolo destrozado): Encerrado en una sala del palacio, Nabucco se halla preso de la desesperación. Pero recupera la razón al escuchar la marcha fúnebre que acompaña a Fenena y a los hebreos hacia el sacrificio. Se vuelve hacia el dios hebreo e implora su ayuda. Se presenta Abdallo con otros soldados fieles y Nabucco abandona su encierro en posesión ya de toda su lucidez.
Zaccaria bendice a Fenena quien, feliz, invoca a la muerte como liberadora de todos sus sufrimientos. Pero Nabucco acude en ayuda de su hija y reconoce el poder del dios de Israel. Abigaille se ha envenenado y llega moribunda implorando perdón.
AUDIO-VIDEO
Se recogen algunas partes de la ópera en este audio visualizado que dura unos trece minutos:
GÉNESIS DEL NABUCCO
Desde el rotundo fracaso en el estreno de “Un giorno di regno” hasta el apoteósico éxito del “Nabucco”, transcurrieron 550 días en los cuales Verdi tuvo que superar la crisis personal mas grave de su existencia y de este modo pudo empezar a convertirse en el mayor operista (junto con Wagner) de todo el siglo XIX. Tal es pues la trascendencia de esta obra- no tanto por su importancia musical sino por las circunstancias personales que concurrieron- que bien puede decirse que, sin “Nabucco”, no existiría Verdi como compositor de óperas.
Recordemos brevemente los antecedentes: Verdi nació en una familia de origen mas bien modesto y de muchacho fue rechazado por el conservatorio de Milán (hoy se llama en homenaje al músico: “Conservatorio Giuseppe Verdi”); debió pues realizar los estudios de música con un profesor particular (Vincenzo Lavigna) costeados, en parte, por su futuro suegro (Antonio Barezzi); terminada la formación, consiguió la dirección de la escuela de música de Busseto pero debido a las miles de intrigas que tuvieron lugar a su alrededor, este período está lleno para él de amarguras y sinsabores; tuvo que esperar tres años para poder ver representada su primera ópera (Oberto conte di San Bonifacio) con un éxito estimable; se casó con Margherita Barezzi, tuvo dos hijos y muy pronto volvió a estar sólo por el fallecimiento prematuro de toda su prole; cuando, con la muerte en el corazón, tuvo que escribir una ópera cómica (Un giorno di regno), a su fracaso se sumó la reacción de un público, ignorante o indiferente ante el drama personal que estaba viviendo el compositor.
Después de este fracaso, el maestro pensó en retirarse de la composición resentido contra todo y contra todos. El tiempo seguía discurriendo sin suerte alguna para él. Tenía 27 años, una edad en la cual Rossini, Bellini y Donizetti, habían consolidado ya una importante fama. Con toda justicia podía lamentarse de la mala suerte que hasta aquel momento le había perseguido y en este estado depresivo se aisló durante varios meses en su apartamento de Milán teniendo como única compañía la lectura. Pero después volvió a aparecer de vez en cuando por los lugares de encuentro social de la ciudad pues, aunque no quisiera admitirlo, había vuelto a sentir el gusto por la vida.
En esa época conoció el libreto de Solera y de cómo llegó a sus manos, existen varias versiones: una de ellas es que le fue entregado por el empresario de La Scala (Merelli) y el músico lo habría dejado tirado en un rincón de su habitación antes de decidirse a escribir una sola nota; otra versión nos habla de la insistencia de amigos de Verdi para que el compositor cumpliera su compromiso con el empresario con un “manuscrito” encargado a Solera; por último Ercole Cavalli, otro amigo de Verdi, advierte de un simple intercambio entre el compositor Otto Nicolai y el propio Verdi, pues ambos tenían adjudicados, uno el “Nabucco” y otro “Il Proscritto”.
Hasta aquí la parte que podríamos llamar realista de cómo Verdi se decidió a componer Nabucco. Pero es que hay mas: un relato dictado por el propio Verdi a Michele Lessona (publicado en su libro “Querer es poder”) en 1876 y otro relativamente semejante a Giulio Ricordi en 1879, también de carácter autobiográfico. Son más que conocidos y aunque un poco extensos, no podemos resistimos a transcribir el segundo en el que Verdi hace entrar a Nabucco en la leyenda:
“Yo estaba muy deprimido y ya no pensaba en la música, cuando una noche de invierno, al salir de la galería De Cristoforis, me encontré por casualidad con Merelli, que se dirigía al teatro. Nevaba copiosamente. Me tomó del brazo y me invitó a acompañarlo a su oficina de La Scala. Mientras caminábamos, conversamos, y me contó que tenía muchos problemas con una nueva ópera que debía estrenar. Se la había encargado a Nicolai pero a éste no le había gustado el libreto.
>Imagínate- me dijo Merelli- un libreto de Solera, ¡magnífico, extraordinario, sublime! ¡Con situaciones dramáticas eficaces y hermosos versos! Y ese cabeza dura no quiere saber nada y ¡dice que el libreto es imposible! No sé como hacer para encontrar otro libreto ahora.
>Yo te sacaré del apuro- le dije- ¿No habías mandado escribir Il Proscritto para mí? No escribí ni una nota: lo pongo a tu disposición.
>¡Oh que suerte! Te lo agradezco.
Siempre hablando, llegamos al teatro. Merelli llamó a Bassi, que era al mismo tiempo poeta, director de escena, portero, bibliotecario, etc. y le pidió que buscara inmediatamente en los archivos algún ejemplar de Il Proscritto. Lo encontró. Pero, mientras tanto, Merelli tomó otro manuscrito y exclamó, mostrándomelo:
>Mira, este es el libreto de Solera. ¡Tener semejante tema y rechazarlo! Toma. Léelo.
>¿Qué quieres que haga con esto? ¡No, no, no tengo ganas de leer libretos!
>Vamos, no te hará ningún mal. Léelo, y luego me lo devuelves.
Y me entregó el manuscrito. Era muy voluminoso y estaba escrito en grandes caracteres, como se hacía en esa época. Lo enrollé, me despedí de Merelli y regresé a mi casa. Mientras caminaba, me sentí invadido por una indefinible tristeza, mi corazón estaba lleno de angustia. Llegué a mi casa y arrojé el manuscrito sobre la mesa casi con rabia. Al caer, se abrió sólo y, sin saber como, mi mirada cayó sobre la página abierta y leí lo siguiente: “Va, pensiero, sull’ali dorati (vuela pensamiento, con alas doradas)”. Leí los versos que seguían y me causaron una fuerte impresión, sobre todo, porque parafraseaban a la Biblia, una lectura que siempre me deleitó. Leí un pasaje, leí dos, y luego, siempre con la firme intención de no escribir nada, hice un esfuerzo para dominarme, cerré el manuscrito y me fui a acostar. ¡Pero Nabucco me daba vueltas en la cabeza! No me podía dormir. Me levanté, leí el libreto, no una vez sino dos o tres veces, de manera que a la mañana puede decirse que sabía de memoria el libreto de Solera. A pesar de esto, no había cambiado de idea, y ese día fui al teatro para devolverle el libreto a Merelli.
>Es hermoso ¿no?- me dijo
>Muy hermoso
>Bueno, entonces ponle música
>Ni por todo el oro del mundo. ¡No quiero saber nada!
Mientras yo decía esto, él tomó el libreto y lo puso en el bolsillo de mi abrigo, me tomó por los hombros y, con un empujón, me arrojó fuera de su oficina, me cerró la puerta en las narices y dio dos vueltas de llave. ¿Qué hacer? Volví a mi casa con Nabucco en el bolsillo. Un día, un verso, al día siguiente, otro verso, en otro momento, una frase, y poco a poco compuse la ópera”.
En este texto dictado por el maestro casi cuarenta años después de los hechos, es imposible distinguir entre lo que corresponde a la verdad- más o menos confundida con los tropiezos de la memoria- y lo que corresponde a una reconstrucción imaginaria y ampliamente premeditada. La historia es demasiado perfecta, su encadenamiento está demasiado bien ordenado y parece evidente la idea que Verdi quería imponer a la posteridad y tal vez a sí mismo: que la conducta de los hombres es guiada por el destino y que debemos aprender a descifrar sus signos. En suma, en el relato todo le era impuesto desde el exterior por un poder que desafiaba a su propia voluntad (el encuentro fortuito, la oportunidad, el rechazo de Nicolai, el libreto que se abrió sólo y la música que surge con ayuda de una fuerza superior).
Probablemente Verdi comenzó a componer Nabucco en mayo de 1841. Todavía sentía un profundo dolor y a veces atravesaba momentos de desesperación pero la voluntad de vivir y la embriaguez de la creación, vencían sus ideas sombrías. La amistad de Solera, con quien trabajaba casi todos los días, parece haber sido un gran apoyo para él en esta fase incierta de retorno a la vida. Verdi contaba que una mañana tuvo que amenazar a Solera y cerrarlo con llave para que se decidiera a reemplazar un dúo amoroso- que no gustaba al maestro- por una profecía de Zaccaria. “¡No saldrás de aquí hasta que hayas escrito la profecía! ¡Aquí tienes la Biblia, las palabras están ahí! A Solera que tenía un carácter muy fuerte, no le gustó nada mi actitud. Ví en sus ojos un destello de rabia y pasé un mal momento porque el poeta era muy robusto y podía vencer rápidamente a un músico obstinado. De pronto se sentó a la mesa, ¡y un cuarto de hora mas tarde la profecía estaba escrita!”.
La partitura del Nabucco se terminó a principios del otoño de 1841 y Verdi fue a ver a Merelli para anunciarle que su ópera estaba lista. Fue grande su decepción cuando el empresario de La Scala le dijo que efectivamente estaba dispuesto a montar la obra pero era demasiado tarde para incluirla en la siguiente temporada (la de carnaval) y le propuso esperar hasta el otoño. Verdi lo rechazó de plano: “O durante el carnaval o nunca”, le dijo, sin importarle que con su respuesta se le podían cerrar las puertas de aquel templo de la lírica. Después Verdi escribió a Merelli una carta donde daba rienda suelta a su resentimiento. Por intermedio del ingeniero Pasetti, el astuto empresario hizo saber al maestro que mostrara la partitura a Giuseppina Strepponi (su futura segunda esposa) y si ella aceptaba, todo quedaría resuelto. Al día siguiente de recibirla, la “prima donna” declaró que aceptaba el papel, diciendo: “me encanta esta música y quiero cantarla a principios de la nueva temporada”. Llevó a Verdi a ver al bajo-barítono Ronconi y éste aceptó el papel de Nabucco. Sólo quedaba por convencer a Merelli. A este respecto escribió Verdi: “Merelli me mandó llamar y cuando llegué, exclamó con un tono aspero:
>¿Es así como se le escribe a un amigo? Pero no hablemos más de eso. Quizá tengas razón. Montaremos ese Nabucco. Pero no hay que olvidar que deberé hacer gastos importantes para las demás óperas. Por lo tanto, no podré hacer decorados ni vestuario especialmente para Nabucco. Deberemos arreglarnos con los que encontremos en el depósito”.
Según algunas fuentes, el mismo Verdi, con ayuda de sus amigos bussetanos, tuvo que hacer una contribución financiera a la empresa. Pero esto no es seguro. En su relato autobiográfico, el músico decía: “Acepté todo, porque quería que representaran mi ópera”. Por fin, los ensayos empezaron a finales de febrero y puede decirse que todos los que participaban en ellos sin ser cantantes ni instrumentistas (administradores, empleados, utileros, escenógrafos, encargados de luces y de seguridad), dejaban por un momento sus puestos de trabajo para sumergirse en el universo musical creado por Verdi. Todo esto ocurrió indudablemente por el carácter innovador de la obra.
El estreno tuvo lugar el 9 de marzo de 1842 con un éxito incuestionable que catapultó a Verdi a la fama. Baste decir que el final tuvo que ser repetido en su totalidad y en la reposición de la temporada siguiente, la ópera alcanzó 57 representaciones, superando a “Adelaisia e Alemaro” de Mayr, estrenada en 1806, y que tenía, hasta entonces, el record del teatro. Este éxito sorprendió tanto al maestro- escamado por su fracaso anterior- que, en principio, tomó las aclamaciones por abucheos, tal como consta en una carta a Ricordi (su editor): “Al principio creí que se burlaban del desdichado compositor, que se abalanzarían sobre mí y me harían pasar un mal rato”. La ópera comenzó una marcha triunfal por todos los teatros italianos y Merelli le ofreció un contrato dejando en blanco la cifra económica para que la rellenara el propio compositor. Por su poca experiencia en estas lides, pidió consejo a Giuseppina Strepponi y consiguió ocho mil liras austriacas que era lo que había cobrado Bellini en la cumbre de su gloria.
Tan solo falta por comentar si la música y el argumento de Nabucco tenían mensajes patrióticos. Si bien Nabucco puede ser considerada como la primera ópera “con intencionalidad política”, ni el público milanés, ni el libretista ni mucho menos el propio compositor, tuvieron una inmediata conciencia del mensaje “revolucionario” que contenía. Esto es así porque ¿Quién pensaba en 1842, en Milán, Venecia o Parma, en tomar las armas para expulsar a las guarniciones austriacas? ¿Y quién podía ser capaz de ver, al iniciarse las representaciones de Nabucco, en el coro de judíos que lloraban a orillas del Éufrates su libertad perdida, una metáfora de la nación italiana dividida y cautiva? Serían necesarios todavía algunos años para que el mensaje se volviera explícito y provocara en las salas la reacción consciente de un público entusiasmado por la causa de la unidad nacional.
LOS PERSONAJES
La música de Nabucco se captó inmediatamente como algo nuevo por su energía y espontaneidad arrolladoras y supuso otro enfoque para la ópera italiana. Como dice Fernando Fraga: “El recorrido que realizó Verdi con Nabucco -en poco mas de un año- fue un paso de gigante sobre todo en la definición de caracteres”. Algunos podrán argumentar que son de una sola pieza pero hay que reconocer que tienen un detallado perfil. Y el libreto de Solera no ayuda mucho pues siempre he mantenido que el argumento es algo que no llego a entender del todo por lo que es la música quien contribuye a la magia.
Además está el Coro que actúa como si fuese un personaje más pues esta ópera fue concebida como un gran oratorio coral donde el protagonismo principal corresponde al pueblo hebreo en su conjunto. Si en el “Va pensiero”, la bella y majestuosa melodía no estuviera asociada a la situación de cautiverio y a los escenarios operísticos, se habría podido convertir, con justicia, en el himno nacional italiano. A este respecto hay que decir que Verdi compuso en 1847 un himno patriótico titulado “Suona la tromba” con versos de Goffredo Mameli (un joven oficial de las tropas de Garibaldi). No obstante, la partitura que mas tarde fue declarada como himno nacional después de la segunda guerra mundial, fue la conocida popularmente como “Fratelli d’Italia” con música de Michele Novaro pero con letra del mismo Goffredo Mameli.
Nabucco es el primero de los grandes personajes que vendrían después, que se confía a la voz de barítono (según muchos autores la voz preferida del compositor por su mayor proximidad a la emisión natural). Copio de Elvio Giudici: “Personaje dividido entre la soberbia desmedida y la ruinosa postración, entre la ferocidad y el llanto, entre la dignidad real y la sencillez del padre”. “… Vibran en él muchas de las múltiples facetas expresivas de Verdi: su acento más íntimo y conmovedor al expresar en el soliloquio el retraimiento interior donde se despoja de su inútil y vano poder para buscar en las tinieblas de su propia conciencia la luz de la humanidad y del afecto perdido”. Vuelvo a copiar de Fraga: “Nabucco es un personaje de barítono brillante al que el compositor dará nombre, combinando amplio aliento canoro, con fraseo y acentuaciones de vigorosa masculinidad, formando parte de esa galería de figuras paternas que no tienen equivalente ni rival en toda la literatura operística”.
Creo que viene bien aquí por lo curioso, recordar la teoría de Paul Bekker sobre la distribución dramática de las voces verdianas. Según este autor: tenor y soprano son los personajes que soportan el peso de los acontecimientos, mientras que el barítono, la mezzo y en contadas ocasiones el bajo, son quienes provocan y determinan los hechos.
Con Abigaille aparece ya completamente definida la gran soprano verdiana dramática de agilidad que el compositor continuará con Odabella, Elvira, lady Macbeth y otras. Es el papel de canto más complicado de Nabucco pues requiere de una “prima donna” con una considerable amplitud, dotada de riqueza expresiva y con tan extremados saltos y agudos que, según algunos autores, puede llegar a destrozar voces. En los tiempos de la composición del Nabucco, era práctica habitual de los compositores efectuar las llamadas “puntature”, es decir, acomodar la partitura a las voces de los intérpretes que iban a cantarla. De esta práctica puede afirmarse que Verdi ajustó el papel de Abigaille a las posibilidades de Giuseppina Strepponi. Y aunque en diversos testimonios consta que ya estaba en el declive de su carrera, no parece ser verdad que no pudiera con el papel. Otra cosa es que por la insistencia en representarlo, contribuyera aún más al deterioro de sus facultades.
En Zaccaria se dibuja una figura de bajo colosal, con unas exigencias vocales extraordinarias pues alcanza las notas mas extremas de bajo y ha de llegar a notas agudas casi baritonales. Es un papel de gran impacto con grandes agudos e importante emisión.
Resulta francamente curioso que siendo Verdi uno de los compositores que más ha utilizado la voz de tenor, otorgue al Ismaele tan poca importancia casi a la altura de un comprimario. Es un rol para tenor lírico o lírico-ligero.
De la Fenena, poco hay que decir salvo que, aunque tiene una relativa importancia, es un personaje de contraste, normalmente para una mezzosoprano, pero también puede ser cantada por una soprano.
FRAGMENTOS DESTACADOS
Antes de entrar en este apartado y a pesar de llevar escrito un texto que está saliendo demasiado amplio, quizá no se ha dado respuesta suficiente a cual es la razón principal del éxito enorme de Nabucco en su tiempo. El factor patriótico es, sin duda, una de las causas pero no en su estreno sino tiempo después al percatarse los oyentes de lo que podía llegar a ser por simbología. Pero la verdadera causa residió en la fuerza que emanaba de la música y de la dramaturgia verdianas: una fuerza que faltaba en las óperas de Donizetti y Bellini y que Italia estaba esperando. La música de Verdi, en aquel entonces, era una energía primaria, casi salvaje, pues sin ser estrictamente un campesino, era hijo de su tierra, donde la civilización mas refinada, coexistió siempre con una extrema violencia. Ese desborde de energía juvenil, el rechazo visceral a someter la inspiración a las rigurosas reglas del clasicismo y del buen gusto y, por último, ese afán por llegar al corazón del público, le aseguraron a Verdi unos espectadores y un éxito de dimensiones nunca alcanzadas hasta entonces.
Pueden citarse como números musicales más importantes a los siguientes:
1.- La Obertura-popurrí con diversos temas de la ópera
2.- La salida del bajo Zaccaria con una mezcla de plegaria al dios de Israel y consuelo por tener en su poder a la hija de Nabucco para poder negociar. Está dividida en las tres partes tradicionales de la ópera italiana:
… Recitativo: “Sperate o figli”
... Aria: “D’Egitto là sui lidi”
… Cabaleta: “Come notte a sol fulgente”
3.- La escena de salida de la soprano Abigaille y su reencuentro con Ismaele y Fedora, compuesta de Recitativo (“Guerrieri è presso il tempio”) y Terceto (“Io t’amava”)
4.- El inicio de la segunda parte (o acto) donde Abigaille lamenta con rabia sus orígenes por tener una madre esclava:
… Recitativo: “Ben io t’inveni”
... Aria: “Anch’io dischiuso un giorno”
... Cabaleta: “Salgo già del trono aurato”
5.- La plegaria del bajo Zaccaria “Tu sul labro dei veggenti”
6.- El archifamoso coro de hebreos “Va pensiero sull’ali dorate”
7.- La gran escena del Nabucco prisionero con Recitativo: “Son pur queste”, Aria: “Dio di Giuda” y cabaleta “Cadran, cadramo i perfidi”
DISCOGRAFÍA
Sin dudarlo, estos dos registros de AUDIO:
1.- Riccardo Muti (1977)
Nabucco Matteo Manuguerra
Ismaele Veriano Luchetti
Zaccaria Nicolai Ghiaurov
Abigaille Renata Scotto
Fenena Elena Obraztsova
Gran Sacerdote de Belo Robert Lloyd
Abdallo Kenneth Collins
Anna Anne Edwards
Orquesta: Filarmonia
Coro: Ambrosian Opera Chorus
Grabado en estudio
Emi
2.- Giuseppe Sinopoli (1982)
Nabucco Piero Cappuccilli
Ismaele Plácido Domingo
Zaccaria Evgeny Nesterenko
Abigaille Ghena Dimitrova
Fenena Lucia Valentini Terrani
Gran Sacerdote de Belo Kurt Rydl
Abdallo Volker Horn
Anna Lucia Popp
Orquesta: Ópera Alemana de Berlín
Coro: Ópera Alemana de Berlín
Grabado en estudio
Deutsche Grammophon
Y en cuanto a DVD, aunque la elección sea más difícil, nos decidimos por uno de los más recientes:
DVD- Daniel Oren (2007)
Nabucco Leo Nucci
Zaccaria Carlo Colombara
Abigaille Maria Guleghina
Fenena Nino Surguladze
Ismaele Fabio Sartori
Orquesta: Arena de Verona
Coro: Arena de Verona
Grabado en directo
Decca
1 comentario:
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