sábado, 10 de mayo de 2008

JÉRUSALEM

LIBRETO
Libreto bilingüe (francés e inglés):
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SINOPSIS
Jérusalem” se desarrolla en cuatro actos. El primero tiene lugar en la ciudad francesa de Toulouse en el año 1095, poco después del Concilio de Clermont. Los otros tres actos se ubican en Palestina, en el año 1099.



Acto I (Palacio del Conde de Toulouse): A punto de partir en las Cruzadas, el Conde de Toulouse concede a su hija Helena en matrimonio a Gastón, Visconde de Bear, con cuya familia él ha estado largo tiempo enemistado. Roger, hermano del Conde, ama a Helena, y para terminar con los celos que le provoca Gastón, decide darle muerte contratando a un asesino a sueldo. Por una confusión en las vestiduras, el mercenario se equivoca y hiere gravemente al Conde en vez de a Gastón. El malhechor es perseguido y capturado. Pero en su confesión acusa a Gastón del crimen al garantizarle Roger su seguridad. Los caballeros cruzados recriminan duramente a Gastón por tan vil acción pero frenan su decisión de castigarlo por la inminente partida a Tierra Santa. Todos se van hacia los lugares sagrados y el malvado Roger queda con sus remordimientos.




Acto II- Escena primera (Montañas de Ramla, cerca de Jerusalén, en Palestina): Roger es ahora un ermitaño y está arrodillado a los píes de una cruz. Durante tres años ha errado por el desierto buscando expiar su culpa y pidiendo el perdón del cielo. Ha prometido a Dios morir cuando haya capturado el Santo Sepulcro de manos de los musulmanes. Gastón también va de camino a Palestina. Helena, que lo cree muerto, recibe noticias cerca del campamento de los Cruzados de que Gastón ha sido apresado por el Emir de Ramla. Con la certeza de su inocencia, Helena decide verlo. Peregrinos a punto de morir de sed en el desierto son salvados por la llegada de los Cruzados. Roger va a su encuentro y queda estupefacto al ver con vida a su hermano, el Conde de Toulouse, quien no murió y se recuperó de sus graves heridas, pero este no le reconoce.




Acto II- Escena segunda. (Palacio del Emir de Ramla.): El Emir ha sido informado que una mujer cristiana con ropajes orientales ha sido vista en la ciudad. Se trata de Helena, que es llevada ante el Emir. Este, con la sospecha que ella se conoce con Gastón, los deja solos esperando que uno traicione al otro. El encuentro es motivo de éxtasis, sólo oscurecido por el pensamiento de Gastón de que en algún momento recibirá el castigo de los Cruzados. Cuando el ambiente se alborota por la llegada de éstos, Gastón y Helena deciden escapar, pero son detenidos por los soldados del Emir.




Acto III- Escena Primera (Jardines del Harem del Emir): Las mujeres del harem cantan y bailan (Es este el momento de un extenso pasaje de ballet). Helena está desesperada. Es objeto de burla por parte de las otras mujeres. La situación cambia bruscamente cuando llega el Emir. Ordena que se de muerte a Helena si los cristianos, que ya han comenzado el ataque, triunfan en su intento de tomar la ciudad. Gastón trata de unirse a Helena, pero son descubiertos por el Conde y los cruzados cuando irrumpen en el harem. El Conde se enfurece al ver a su hija con su supuesto asesino. Los Cruzados piden la muerte de Gastón, a la vez que Helena asegura su inocencia.




Acto III- Escena Segunda. (Una plaza en Ramla): Una solemne procesión fúnebre lleva a Gastón al centro de la plaza. Un enviado Papal anuncia que al día siguiente Gastón será ejecutado, pero primero será deshonrado. Y así, a la vez que un heraldo declara su vergüenza, otro se encarga de destruir su casco, su armadura y su espada. Sufriendo más con la pérdida de su honor que con el pensamiento de su próxima muerte, Gastón continúa sus protestas, señalando que es inocente del crimen del que se le acusa.




Acto IV- Escena Primera (Campamento de los Cruzados, en el Valle de Josafat, cerca de Jerusalem): Los Cruzados rezan antes de la batalla pidiendo el amparo divino. Roger aparece y confía en que encontrará la muerte en el asalto a la Ciudad Santa. Al ser venerado por los Cruzados como un hombre santo, le piden que de consuelo a Gastón antes de ejecutarlo. Cuando es traído Gastón, Roger pide quedarse a solas con él. Se les une Helena, que protesta por la crueldad de Dios. Roger le asegura que la inocencia de Gastón triunfará y da a éste una espada para tomar parte en la batalla que ya se acerca.




Acto IV- Escena Segunda (Tienda del Conde de Toulouse en el campamento de los Cruzados): La batalla ha sido ganada y los Cruzados toman el control de Jerusalén. Entre los caballeros que han liderado el asalto hay un desconocido que aún lleva su cabeza cubierta por un casco. El Conde quiere saber su identidad. El caballero descubre su cabeza y con sorpresa se reconoce a Gastón, quien no tarda en pedir el castigo que le espera. Pero aparece Roger, mortalmente herido, confesándose como el verdadero culpable, pidiendo perdón por su crimen, y proclamando la absoluta inocencia de Gastón. En sus últimos minutos de vida, Roger pide ver la ciudad conquistada. Se abre un extremo de la tienda y Roger muere en paz observando Jerusalén y escuchando un himno a la victoria de los Cruzados.


AUDIO-VIDEO
Audio visualizado de unos quince minutos con una selección de la ópera



ANTECEDENTES
A los cinco días del estreno de I Masnadieri en Londres (22-07-1847), Verdi estaba de vuelta en París y allí permanecería durante los próximos dos años, exceptuando dos desplazamientos temporales a Italia, uno a Busseto para comprar la finca de Sant’Agata y el otro a Roma para el estreno de La Battaglia di Legnano. El único motivo profesional que le ligaba a la ciudad-luz era el estreno en el Teatro de la Ópera de una nueva obra: la que habría de ser Jérusalem que se resolvió en poco tiempo. El resto de su estancia lo provocó un motivo sentimental: su reencuentro definitivo con Giuseppina Strepponi (llegaría a ser su segunda esposa: recordemos que Verdi enviudó de su primer matrimonio con Margherita Barezzi). Entre el compositor y la “prima donna” se había desarrollado un sentimiento muy fuerte en el que había más ternura, comprensión mutua y afinidad intelectual que una pasión devoradora. La lejanía no lo había erosionado, sino todo lo contrario, y los amantes experimentaron una inmensa dicha por poder vivir una intensa complicidad amorosa. Puede afirmarse sin exagerar que este reencuentro marcó la encrucijada de sus vidas.

La cantante se había instalado provisionalmente en París en 1846 con intención de fijar después su residencia definitiva en Londres. Allí había alquilado un apartamento en la Rue de la Victorie donde daba clases de canto a señoritas acomodadas ya que su carrera profesional se había truncado por prescripción facultativa. Los editores franceses de Verdi (hermanos Escudier) publicaron en su diario (La France Musical) un anuncio en el que constaba que: “Madame Strepponi daría clases de canto, a razón de dos clases por semana, los martes y los viernes, de tres a cinco, es decir, ocho clases por mes, a cuarenta francos”. Entre esto y algunos recitales esporádicos, consiguió introducirse en la plaza y logró que Berlioz escribiera en Le Journal des Débats: “Madame Strepponi […] es una orgullosa “prima donna” que canta generosamente, noblemente, con una voz de las más poderosas, un buen estilo y un fervor arrebatador. Se trata de la gran escuela italiana en todo su lujo algo ornamentado”.

Creo que ahora puede ser el mejor momento de conocer un poco más a Giuseppina a través de
una breve semblanza. Nacida en Lodi (a 33 Km. del SE de Milán) el 9 de setiembre de 1815 (por tanto dos años menor que Verdi), había vivido en un ambiente musical que mezclaba lo religioso con lo profano. Su padre, Feliciano, había sido maestro de capilla de Monza y luego asistente de Giuseppe Farinelli en el Teatro Grande de Trieste. A los 17 años y estudiando en el conservatorio de Milán, perdió a su padre a causa de meningitis pero consiguió seguir allí en calidad de alumna becada. Durante mucho tiempo dudó entre dedicarse al canto o al piano. Era pues también una excelente pianista. Con apenas 19 años debutó con éxito en diversos conciertos y en L’elisir d’amore, lo que puso fin a la penuria económica de su familia (su madre viuda había tenido que dejar a una de sus hijas en el orfanato municipal) y, por fin, sus ingresos, permitieron vivir con dignidad a Rosa Strepponi y sus cuatro hijos. Giuseppina destacaba por sus cualidades vocales (timbre, agilidad y amplio registro), su juvenil presencia física, sus excepcionales dotes dramáticas, su prodigiosa memoria, su facilidad para los idiomas y su dedicación al trabajo. Pero todas estas cualidades no eran suficientes para conseguir la fama en el ambiente operístico de aquella época: era necesario también la “protección” de un agente o empresario. Con esta “protección” comenzó una fulgurante y rápida carrera por todos los teatros de Italia, marcada por graves desgracias personales.

Siendo todavía estudiante, se citan como posibles vínculos amorosos a Bartolomeo Merelli (empresario del Teatro alla Scala) y Alessandro Lanari (empresario de La Pergola de Florencia). Domenico Cirelli, hombre mucho mayor que ella, llegó a ser su amante y agente. Napoleone Moriani, “el tenor de la hermosa muerte”, célebre por su voz dulce y lánguida que unida a una sensibilidad doliente y elegíaca, le hacía sobresalir en las escenas de muerte, fundamentales para la poética teatral del momento, también fue su amante y de él decía la propia Giuseppina, una vez acabada su relación: “aquel rostro cadavérico que me hizo perder la cabeza”. Además de los citados se le atribuyen también como amantes al tenor Raffaele Monti y al propio Donizetti quien parece que aunque no le contagió la sífilis, le dejó huellas, estropeando seriamente su salud. Por tener tuvo hasta un pretendiente aristócrata (el conde Filippo Camerana dei Passionei) que estuvo casi a punto de casarse con ella. ¿Para que seguir en la ajetreadísima, atormentada e infeliz vida sentimental de Peppina? Lo peor de todo fueron sus consecuencias: el nacimiento de cuatro hijos de los cuales sólo reconoció al primero (Camillino), la segunda (Sinforosa) después de amamantarla durante tres semanas, la dejó en el hogar de los niños expósitos; una tercera nació muerta y su última hija (Adelina) fue entregada en adopción. Si a ello unimos sus incontables viajes como cantante y sus numerosísimas actuaciones, no nos debe de extrañar que a los veintisiete años estuviera extenuada y según un examen médico que se le practicó: “la cantante pondría en peligro su vida por amenaza de tisis si seguía con su carrera”. Aún así y todo, por necesidades económicas, continuó por algún tiempo con su actividad hasta despedirse de los escenarios en el Teatro Comunale de Modena, el 11 de enero de 1846 interpretando con gran éxito la “Abigaille “.

Poco o nada se sabe, en cambio, de la vida sentimental de Verdi, que estuvo siempre rodeada de la más absoluta discreción, aunque sí se sabe que fue bastante accidentada: Massimo Mila, autor de un libro sobre su juventud, habla de “un Verdi a la sombra de las muchachas en flor”, y muy especialmente con la Condesa Giuseppina Appiani cuyo rival amoroso fue, nada menos, que Donizetti. ¿Estaba Verdi al tanto de la agitada vida sentimental de Giuseppina cuando la conoció? La respuesta parece ser afirmativa pues los mentideros milaneses daban para mucho.

Todos los detalles componían el retrato de una “traviata” (descarriada) pero ¿qué peso podían tener esas murmuraciones frente a la fascinación que podía ejercer la joven en Verdi? Giuseppina no sólo había conservado el encanto, la gracia y la silueta de sus comienzos, sino que el sufrimiento y el infortunio le habían dado a su mirada y a su sonrisa una seriedad, una expresión de desencantado escepticismo que aumentaba su seducción: buena prueba de ello es que siempre estaba rodeada de pretendientes y parásitos.

Finalizado este largo periodo de convivencia parisino, tomaron la firme decisión de vivir juntos y para ello regresaron a Italia en el verano de 1849 fijando como residencia el palacio Cavalli de Busseto hasta que estuvo lista su casa de Sant’Agata. ¿Cómo fue recibida la antigua diva por la pacata población teniendo “ese” pasado y “sin estar casada”? Nos lo podemos imaginar pues la incomprensión de la gente provocó que Verdi se enfrentara a muchas personas, entre ellas su propio padre Carlo, y que por esa causa se vieran obligados a vivir, casi recluidos, en su finca. La pareja no volvió ya a separarse y todos los biógrafos están de acuerdo en que se complementaron muy bien a lo largo de su amplia vida en común de más de cuatro décadas.

JÉRUSALEM
Al igual que hizo Rossini con su Mosè, cuando Verdi tuvo que hacer su debut en el Teatro de la Ópera de París con su segunda partitura europea, prefirió elegir el tema ya conocido de I lombardi alla prima crociata porque no había tiempo material para otra alternativa ante la proximidad del estreno. La idea de aprovechar la historia de esta ópera “risorgimental” se debió, al parecer, a dos motivos: un primero se refería a los requerimientos formales que le imponían (cuatro actos con ballet obligatorio que en I lombardi era muy fácil de adaptar) y el otro aludía a que el tema era bastante exótico y con muchas posibilidades de despliegue escénico amplio.


Pero Verdi no se limitó a una mera trascripción pues aquel original de Temistocle Solera, se tradujo al idioma local y se reconvirtió al gusto francés por el espectáculo, una labor asumida por los jóvenes libretistas de La favorita donizettiana, Alphonse Royer y Gustave Vaëz, con quienes el compositor mantuvo excelentes relaciones. Consiguieron clarificar el texto inicial un tanto farragoso, cambiando los personajes, reajustando el lugar de la acción, transponiendo escenas, modificando el final y en suma, añadiendo los elementos suficientes para que el público parisiense adicto al género Grand-opéra, la acogiera con entusiasmo haciéndola aparecer completamente nueva al ser cantada en francés tal y como exigía la tradición de París. Obviamente y hay que decirlo, del “ardor patrio” poco o nada existe ya, pues esta vez no se perseguía su exaltación.


Verdi conservó de la versión musical primeriza las páginas más llamativas, en especial el magnífico terceto entre soprano, tenor y bajo, varios coros y otros momentos solistas (la sublime plegaria de la soprano entre ellos o la conocida “La mia letizia infondere” tenoril que así se convierte en “Je veux encore entendre ta voix”). Pero además hay varios cambios de lugar en los números originales, algunas supresiones, el preludio que modifica la modalidad y el formato (de mi bemol mayor a mi mayor), nuevos números musicales como un dúo en el Acto I entre los dos protagonistas, en el Acto II la marcha guerrera, en el Acto III el imprescindible ballet y la espectacular escena de la degradación de Gastón y también los cambios realizados en el final de la ópera en los que, al contrario que al pobre Oronte en I Lombardi, se encuentra un final feliz para la pareja protagonista (Hélène y Gaston).


Este esfuerzo tuvo su encanto al sumar el incandescente lirismo italiano con las tan peculiares maneras francesas de hacer ópera y aunque la música pierde algo de espontaneidad, en conjunto, estos nuevos personajes franceses están mejor definidos que los italianos y la acción mas lograda y mas claramente desarrollada. Cuando se escucha parece se trate realmente de una nueva ópera tal y como deseaba el compositor.


El estreno tuvo lugar el 26 de noviembre de 1847 con una acogida no muy rotunda que Verdi atribuyó a la mediocridad de los cantantes y los coros: “los mas mediocres que oí en mi vida”, acompañados “por una orquesta que no era mejor que ellos”, según escribió el compositor a su querida amiga Clara Maffei. Los principales intérpretes del estreno fueron: Gilbert-Louis Duprez (Gaston), Alfond-Louis-Joseph Alizard (Roger), Esther Julian Van Gelder (Hélène) y Charles Porttheaut (Conde de Tolosa).


Traducida por Calisto Bassi al italiano, convertida en Gerusalemme (sin ballet), llegó a la Scala el 26 de diciembre de 1850 e hizo un somero recorrido por escenarios italianos. Los principales protagonista del estreno de esta transformación italiana fueron: Negroni (Gaston), Didot (Ruggero), Gazzaniga-Malaspina (Elena) y Trabattoni (Conde de Tolosa).


La posteridad reciente se inclinó por demostrar algún interés hacia I lombardi, olvidándose bastante más de Jérusalem y un poco menos, pero no mucho, de Gerusalemme. Pero en los años sesenta Leyla Gencer protagonizó una sonada recuperación de Gerusalemme en La Fenice de Venecia, en compañía de Jaime Aragall con dirección de Gianandrea Gavazzeni.


Sin embargo últimamente Jérusalem ha reaparecido en centros importantes como la Ópera de Viena en 1996 con Carreras, Ramey y Mehta a la batuta, el Regio de Turín en 1995, el Carlo Felice de Génova (noviembre del 2000 con Iván Momirov y Verónica Villarroel) o La Scala milanesa (también en el 2000 en producción de Robert Carsen). A la Ópera de París retornó en 1984 con dirección escénica de Jean Marie Simon y musical de Donato Renzetti.


DISCOGRAFÍA
Para su versión original, se recomienda esta primera grabación completa de la obra a pesar de que algunos cantantes no estén a la altura:

1.- AUDIO- JÉRUSALEM (versión completa en francés)
Fabio Luisi (1998)
Gaston Marcello Giordani
Conde de Toulouse Philippe Rouillon
Roger Roberto Scandiuzzi
Adhemar de Monteil Daniel Borowski
Raymond Simon Edwards
Soldado Wolfgang Barta
Heraldo Slobodan Stankovic
Oficial del Emir Slobodan Stankovic
Hélène Marina Mescheriakova
Isaure Hélène Le Corre
Orquesta: Suisse Romande
Coro: Grand Théâtre de Genève
Grabado en estudio
Philips

Para su traducción al italiano, se aconseja esta:

2.- AUDIO- GERUSALEMME (traducción al italiano)
Gianandrea Gavazzeni (1963)

Gaston Jaume Aragall
Conde de Toulouse E. Salvoldi
Roger Giangiacomo Guelfi
Hélène Leyla Gencer
Orquesta: La Fenice de Venecia
Coro: La Fenice de Venecia
Grabado en directo
Melodram; Phoenix

Por último y para los que puedan tener interés en DVD:

DVD- JÉRUSALEM
Michel Plasson (2000)

Gaston
Ivan Momirov
Conde de Toulouse Alain Fondary
Roger Carlo Colombara
Raymond Giorgio Casciarri
Soldado Giancarlo Tosi
Heraldo Alessandro Patalini
Oficial del Emir Enrico Facini
Hélène Verónica Villarroel
Isaure Federica Bragaglia
Orquesta: Carlo Felice Génova
Grabado en directo
TDK




1 comentario:

Sp. AG. dijo...

Agradecerle todas sus reseñas. Todo me ayudará a comprender mejor la obra del gran maestro. Un saludo.